enero 11, 2006

Intro

Paresseux, es de las personas mas vagas que jamás he conocido, uno de esos tipos que llegan lejos en la vida. ¿Un triunfador? ¿Semejante holgazán?!, Os preguntareis, pero así es. Seguro que habéis pensado siempre que los verdaderos triunfadores son las personas ordenadas, disciplinadas y trabajadoras. Pero nada mas alejado de la realidad, ya que estas se lo merecen, y nunca suelen superar sus posibilidades. En cambio, un holgazán, mirara siempre de sacar el máximo beneficio con el mínimo, que por otro lado es la única forma que hay de hacerse cliente VIP de un banco. Ojo!, que como en todos los gremios, siempre hay aficionados que dan mal nombre, esos que timan por 5 €, o se escaquean 1 hora del trabajo para hacer un café. Yo hablo de los profesionales como Paresseux, un virtuoso vendedor de humo.

Siempre había tenido fama de zorro, y de truhán, pero su trayectoria empezó a despegar a mediados de agosto de 1995. Por aquel entonces hacia ya mas de 3 meses que trabajaba en el desolado museo de tenedores de la ciudad. La única razón por la que un museo de tenedores siguiera abierto, aunque no le interesara a nadie, es que algún bromista de la UNESCO lo había nombrado Patrimonio de la humanidad y como tal, recibía una subvención anual que debía ser justificada, y bien, ya sabéis como funcionan estas cosas, los organismos públicos son incapaces de rechazar una subvención, por muy paranormal que parezca. No nos vayan a conceder ninguna mas!

Desde el primer momento el trabajo lo seducío, ya que en la practica, era cobrar simplemente por estar allí. Sin responsabilidades, ni complicaciones ni siquiera compañeros de trabajo. Y pensó, que le seria fácil aprovechar el tiempo para hacer otras cosas.

Pero el tiempo, tiene sus caprichos y uno muy conocido, es que el tiempo libre que dispones es siempre inversamente proporcional a las ganas, motivación e ideas ociosas para gastarlo.

Lo que parecía el paraíso, se convirtió en un infierno de calma, silencio y tenedores. A las pocas semanas dejo de comer con cubiertos, de lo asqueado que lo tenían. Al segundo mes hizo saltar la alarma de incendios día si día también, solo para poder tener algo que explicar y poder hablar con alguien, pero no tardaron mucho en desactivar la alarma. Y al tercer mes, a esta agonía de paz y superávit de tiempo libre, se le sumo lo de Yazmín.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Una subvención paranormal... Uhm... Tendremos que estudiar a fondo ese vacío legal, amigos...