marzo 26, 2007

Un tesoro

Sentado en la peculiar y extrañamente alta cima de cajas, miro el lingote de oro con aire pensativo, y finalmente, lo dejo caer, escapando de su mano con delicadeza propia de las manos de dos enamorados separándose en una despedida. El lingote cayo la distancia con una inquietante lentitud, al menos eso le pareció a él desde su punto de vista, y al caer hizo un ruido sordo que retumbo por el enorme almacén. Un almacén repleto de riquezas hasta donde alcanzaba la vista.

Descendió torpemente de su improvisado trono y se dirigió a la puerta, pensativo, como si nada de lo que había a su alrededor le importara los mas mínimo. Tenía la vista perdida en un horizonte muy lejano, en el espacio y el tiempo.

Una vez en la entrada, tomo la posición GPS, la marco en su teléfono móvil y la envió, añadiendo un sencillo “pásalo”, a toda su agenda telefónica y a unos 20 números aleatorios. Cerró la puerta del almacén, la enterró, y se marcho para no volver jamás.