noviembre 10, 2005

Motivos Personales

Según la gitana, en aquella calle, la mas antigua de la capital mas vieja del mundo, en el numero 6 debía encontrar al diablo. Pero me sentía algo desencantado. No esperaba encontrarme con aquella lujosa casa de estilo modernista, y aun menos con aquel letrero que indicaba que allí se encontraba el buffet de abogados Garibaldi. En la puerta de aquella lujosa casa estuve por lo menos media hora, decidiendo si valía la pena quedar como un desequilibrado. Pero al final pensé que después del largo viaje, ya daba igual, además, allí nadie me conocía así que me importaba poco ser la anécdota de una recepcionista des cerebrada.

En su interior la casa, estaba decorada con un gusto exquisito, con un estilo clásico, que le daba un aire de grandeza, de pertenecer o haber pertenecido a una familia de eternos millonarios. Pinturas de todos los estilos estaban delicadamente repartidas, y la escalera, con acabados en mármol y madera de roble, era bellísima. Además lucia un perfecto estado de conservación.

Al llegar al primer piso, encontré a la recepcionista, esta si, tal como la había imaginado; masticando frenéticamente un chicle, mientras se hacia la manicura, exudando superficialidad por todos sus poros. Inspiré hondo.

-Perdone, esto, ¿podría hablar con el diablo?. Dije, esperando un como dice y una cara de desprecio por respuesta.

- En este momento esta reunido, ¿tenia cita con él? Por un momento pensé que me estaba toreando, pero actuaba con demasiada naturalidad, me quede helado.

- Esto, pues no, pero estaría interesado en hacer un negocio con él. Apenas me salían las palabras, y me sentía hasta mareado.

- Señor, ¿ha venido para venderle su alma? Me dijo sin apenas dejar de arreglarse la uñas.

- Si. Por un momento quise añadir algo, pero pensé que era inútil.

- Le antenderá en un momento, por favor espere en esa salita del fondo, ya le llamare.

Lentamente, me fui hacia la sala de espera, un cúmulo de sensaciones me corrían por mis venas, miedo, nervios, incredulidad. No podía ser verdad, la gitana tenia razón. La mayoría de mis esquemas mentales acabaron por derrumbarse al entrar él en la salita.

- ¿Como va eso Eduardo?, ¿la familia toda bien?, dame un abrazo, no seas tímido. No podia moverme, ¿Ese tipo con un traje azul de pésimo estilo, era el diablo?. El eterno enemigo de Dios tenia la pinta de un hombre de mediana edad con sobrepeso? ¿El rey de los infiernos quería darme un abrazo?

- ¿Como, sabe mi nombre? Lo único que conseguí que saliera de mi boca.

- Forma parte de mi trabajo, pero no se quede aquí, vamos a mi despacho.

Se dio media vuelta, mirando hacia atrás para asegurarse que le iba siguiendo. Tenia una pinta totalmente normal, eso si, una forma curiosa de caminar, como un balanceo suabe hacia los lados y a la vez daba los pasos con una suavidad y elegancia que parecía que en realidad estuviera flotando.
El despacho tenia el mismo estilo que todas las estancias que había visto. Le sorprendió, la presencia de un ordenador portátil en el medio de la enorme mesa de madera con finos acabados.

- Esto, antes de nada, ¿podría hacerle unas preguntas?. La curiosidad me estaba matando, y ya era más fuerte que el miedo.

- Claro, pregunte. Me respondió con su enorme sonrisa.

- ¿De verdad es usted el diablo?

- Sin ninguna duda. Imagino que como todos usted se imaginaba un ser horrible, que vive en una cueva, rodeado de monstruos grotescos, arte satánico, vicio y depravación. Pero recuerde que en su día, yo fui un ángel, y represento mucho mas que eso, pero bueno, no es el momento de hablar de teología. ¿Alguna pregunta más?

- Si, ¿porque pone lo de buffet de abogados Garibaldi?

- Bien, en realidad lo voy cambiando cada cierto tiempo, es como un juego, a veces pequeños homenajes, además hace mucho que aprendí que poner despacho del demonio, solo atraía a satánicos fundamentalistas, que no se puede imaginar lo cansinos que son con los sacrificios y las vírgenes y fanáticos que decían que venían a exorcizar del mundo. Ilusos, y pesados. Bueno, vayamos al grano. ¿Me han comentando algo de un alma?

- Si, quiero vender mi alma. Realmente tenía aun miles de dudas, pero estaba claro que había agotado el turno de preguntas.

- Bien, en esta transacción hay una serie de normas. La primera es que le debo de informarle que una vez firmado el contrato no habrá vuelta atrás posible. La segunda es que tengo el derecho de comprobar sus posibilidades de ir al cielo y que podría no aceptar su acuerdo. Saco unas gafas de algún sitio, y empezó a teclear en el ordenador.

- Veamos, mmmh, bueno, no esta mal, aunque no ha sido ningún santo, sus probabilidades de ir al cielo son altas. ¿esta totalmente seguro de esto?

- Si, lo llevo pensado mucho tiempo.

- Bien, esa es la actitud que me gusta en un ser humano. Veamos, me puede decir, ¿Cual seria el precio de su alma inmortal?

- Si, pero bueno, no se ría.

- Le aseguro que he oído de todo.

- Quiero, poder organizar, supervisar y presenciar hasta el final, mi entierro.

Mirando fijamente la pantalla del ordenador diablo arqueo un poco las cejas y dijo:
– Realmente este deseo entraría en el top ten, esta claro que son obra de él, no me dejaran nunca de sorprender.

Rió finalmente con una risa malévola mientras abriendo un cajón, saco una hoja de papel que rápidamente me dio. – Aquí lo tiene, su contrato.

Lo mire atentamente, era un simple pergamino, en el que figuraba mi nombre completo y mi fecha de nacimiento, alejando que en plenas facultades, vendía mi alma al diablo a cambió que este me coincidiera la gracia de organizar, supervisar y presenciar hasta el final, mi entierro.

- Me esperaba algo mas, legal, o como mínimo con letra pequeña, etc.
- Es el contrato standard, yo después de ciertas jugarretas, me hubiera gustado algo mas completo, pero estoy obligado hacerlo así. Otra norma, ya sabe. Estaba claramente indignado.

Por un momento dude, pero finalmente agarre la pluma y firme. En mi vida, todo había sido siempre minuciosamente organizado y controlado, todo perfecto gracias a mi, no podía dejar nada para que los demás lo estropeasen, y aun mas algo tan importante, como mi adiós.

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