noviembre 19, 2005

Esperanza

Aquellos ancianos no se percataron de que había centrado mi atención en ellos. Siguieron caminando, muy juntos, acurrucados debajo del paraguas negro. Él la rodeaba con su brazo como seguramente había hecho siempre. No llegue a escuchar su conversación, pero la forma de hablase era como la de una pareja de enamorados que se conoció hace un mes.

Una vez los perdí de vista, seguí caminando hacia mi casa, sin poder dejar de pensar en aquella pareja, imaginando cual seria su historia. Pensé; que me hubiera gustado conocerlos, sentarme con ellos en el salón de su casa para oír sus aventuras y experiencias, para saber de que podían hablar después de décadas juntos.

Al llegar a mi casa me percate de que había una sonrisa en mi cara. Estaba gratamente sorprendido, por ver por fin, que quizás si sea cierto que existe aquello que llaman amor eterno. No me preguntéis como lo se, pero la esencia que desprendían era esa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No lo hubiera creído, que todavía hubiese verdadera vida en estas, nuestras calles, pero quizá es que hay que estar dipuesto a "ver" y no sólo a simplemente mirar...

Un saludo.