febrero 14, 2006

Él no llorara, yo lo haré por él.

Sentado con mi copa de cuerno de búfalo, miraba fijamente mi reflejo en aquel espejo, que según el anciano, era mágico.
- Tonterías!

Segui sirviendo el dulce vino en mi copa. Fui recordando, una por una, todas la batallas que había librado para llegar donde ahora estaba, en ninguna parte. De que había servido, tantos amigos perdidos, tanta sangre derramada, tanto dolor contenido. Bebí y volví a llenar mi cuerno. Mi avaricia me había cegado y los sueños se habían podrido.
- Como te odio!! le dije al reflejo del espejo.
- Como me gustaría que jamás hubieras existido, que mi vida fuera monota y gris, que regalo más envenenado me hiciste ese día. El día que empuñe por primera vez la espada.
Volví a beber.

El vino hacia su trabajo, y las penas se convertían en risas, y las risas en lágrimas. Con el mundo reducido a aquello que podía ver y tocar, haciendo el dolor casi inexistente. Una ultima ola de dolor me golpeo, un torrente de los recuerdos mas amargos, que me hicieron rodar por el suelo. Me levante con una rabia descontrolada, era tan fuerte que la tenia que sacar fuera, porque me quemaba el alma. Grite, apreté los dientes, y tire mi copa hacia el espejo, rompiéndose en mil pedazos. Completamente ebrio, me senté en mi trono quedando dormido. Sabiendo que el próximo amanecer me volvería pedir las mismas explicaciones que lo había hecho este.

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