Flatemate

La casa tiene una pinta que podríamos describir como normal, para ser una finca antigua claro. Pero tiene un detalle curioso que se me ha escapado todo este tiempo; la inusual cantidad de relojes que hay distribuidos por la casa. Uno en concreto, ya no marca las horas, pero en cambio su péndulo sigue en moviendo gracias a que mi peculiar compañero de piso sigue dotándolo de pilas cuando este las agota.

Realmente no es un numero enfermizo, pero es curioso que alguien que no tiene horarios y presume de ello este tan necesitado de ver como pasa el tiempo. La razón concreta quizás no la sabré nunca, ya que desistí de intentar entender su hermético universo. Así que solo puedo especular, e imaginar que quizás sea que disfruta torturándose viendo el pasar del tiempo, o todo lo contrario, intenta mantener la poca cordura que le queda al poner un punto de referencia a su paralizada existencia.

Un tipo curioso, consumido por la rabia hacia todo lo que le rodea. Una rabia que no estoy seguro si es una especie de efecto secundario, o es el origen de todas sus excentricidades. En todo caso, que sepáis que todos son culpables, mientras él, él es víctima y juez al mismo tiempo.

Adora el pasado, un pasado que no conoció, con lo cual lo puede moldear a su gusto, y allí es donde se debe refugiar lo poco que le debe quedar de esperanza para seguir viviendo, ya que a buenas y primeras solo se be un cascaron vacío de toda ilusión.

Callado, o murmurando, se pasea por el piso, de arriba a abajo como un pájaro lo hace en su jaula, aunque a diferencia de este ultimo, su encierro a sido voluntario. Cabizbajo, camina con movimientos extraños, como si quisiese liberarse de un cuerpo que le estorba. A veces, se detiene, y pega la cabeza contra la pared, balanceando su cuerpo, y completando esta delirante escena, esta la música que pone a máximo volumen.

Muchas veces me pregunto si sabe que estoy allí, y otras me pregunto si es él el fantasma de mi mente, proyectado hacia afuera, y él soy yo.